| 17 de Agosto: Paso a la inmortalidad del General José de San Martín
PALABRAS
ALUSIVAS
Para referirse al General San Martín, la Profesora Gisela Kloster, leyó las palabras alusivas:
Hace 172 años la vida de un gran hombre llegaba a su fin,
lejos de su querida Patria en un destierro impuesto en Francia, a la edad de 72
años.
Su espíritu tenaz, el valor y la capacidad de sobreponerse
ante las adversidades, la austeridad demostrada durante toda su vida y la
fidelidad a sus ideales reflejada en todas y cada una de sus acciones, hicieron
de San Martín un héroe admirado a lo largo de la historia. Toda América y
Europa demuestran un respeto indiscutido hacia su persona y obra.
Joven y con una carrera militar creciente en Europa, no dudó
en retomar a su Patria para comprometerse y trabajar por conseguir la libertad
de América. No fue fácil el regreso, ya que los creyeron un espía, dudaron de
su integridad moral y de sus intenciones.
El tiempo y sus acciones valieron más que cientos de
palabras. Asombró con su visión estratégica y su capacidad de concretar planes.
En la pobreza de Cuyo, organizó el más completo y leal ejército visto. Restauró
la libertad del vecino Chile y por el Pacífico entró al Perú.
Si bien las hazañas militares lo engrandecen, no menos lo
hacen sus valores morales; el desapego a las riquezas y honores terrenales, su
humildad y la fidelidad a sus ideales, su calidad humana y su conducta moral
así lo demuestran.
Sobrellevó enfermedades, pobrezas, ingratitudes con
inigualable resignación. Renunció a sueldos, ascensos, mandos, premios y
honores.
Por eso hoy, más que nunca, hay que recordar sus acciones y
valorar sus virtudes.
Hagamos de sus hazañas una motivación para actuar acorde con
nuestro sentir a favor del bien de todos.
Hagamos nuestros sus valores, tratando de concretarlos en lo
cotidiano, y recordando siempre, por qué no, una de sus frases: “Serás lo que debas ser, si no no serás
nada”
Cuesta
diferenciar entre los nudos
de ceibo, entre raíces,
entre senderos señalar tu rostro,
entre los pájaros distinguir tu mirada,
encontrar en el aire tu existencia.
Eres
la tierra que nos diste, un ramo
de cedrón que golpea con su aroma,
que no sabemos dónde está, de dónde
llega su olor de patria a las praderas.
Te galopamos, San Martín, salimos
amaneciendo a recorrer tu cuerpo,
respiramos hectáreas de tu sombra,
hacemos fuego sobre tu estatura.
Eres
extenso entre todos los héroes.
Otros
fueron de mesa en mesa,
de encrucijada en torbellino,
tú fuiste construido de confines,
y empezamos a ver tu geografía,
tu planicie final, tu territorio.
Mientras
mayor el tiempo disemina
como agua eterna los terrones
del rencor, los afilados
hallazgos de la hoguera,
más terreno comprendes, más semillas
de tu tranquilidad pueblan los cerros,
más extensión das a la primavera.
El
hombre que construye es luego el humo
de lo que construyó, nadie renace
de su propio brasero consumido:
de su disminución hizo existencia,
cayó cuando no tuvo más que polvo.
Tu
abarcaste en la muerte más espacio.
Tu
muerte fue un silencio de granero.
Pasó la vida tuya, y otras vidas,
se abrieron puertas, se elevaron muros
y la espiga salió a ser derramada.
San
Martín, otros capitanes
fulguran más que tú, llevan bordados
sus pámpanos de sal fosforescentes,
otros hablan aún como cascadas,
pero no hay uno como tú, vestido
de tierra y soledad, de nieve y trébol.
Te encontramos al retornar del río,
te saludamos en la forma agraria
de la Tucumania florida,
y en los caminos, a caballo
te cruzamos corriendo y levantando
tu vestidura, padre polvoriento.
Hoy
el sol y la luna, el viento grande
maduran tu linaje, tu sencilla
composición: tu verdad era
verdad de tierra, arenoso amasijo,
estable como el pan, lámina fresca
de greda y cereales, pampa pura.
Y
así eres hasta hoy, luna y galope,
estación de soldados, intemperie,
por donde vamos otra vez guerreando,
caminando entre pueblos y llanuras,
estableciendo tu verdad terrestre,
esparciendo tu germen espacioso,
aventando las páginas del trigo.
Así
sea, y que no nos acompañe
la paz hasta que entremos
después de los combates, a tu cuerpo
y duerma la medida que tuvimos
en tu extensión de paz germinadora.
Pablo Neruda
Periódico Digital Escolar